Antes que nada ponemos el horno a precalentar 180º.
Pelamos las manzanas en cubitos (guardad la piel para infusión o ponche) y le echamos el zumo de limón, al que previamente le hemos rallado la piel. Removemos bien para se empape la manzana.
En un bol aparte (creo que para esta receta no merece la pena utilizar robot de cocina) ponemos la harina de garbanzos y le añadimos agua cucharada a cucharada removiendo bien hasta que tenga una consistencia como de mayonesa clarita. Con una varilla batimos bien y añadimos poco a poco el aceite e integramos bien la mezcla. Después añadimos el sirope de ágave también poco a poco.
Abrimos y raspamos la vaina de vainilla añadimos.
Cuando hayamos levantado un poco la mezcla, vamos añadiendo la harina y la levadura tamizadas y, sin dejar de batir, después de que la mezcla esté homogénea, echamos la ralladura de limón, las pasas y las manzanas, y por supuesto mezclamos bien.
Engrasamos un molde (yo uso uno redondo de 22 cm) con unas pinceladas de aceite y un poco de harina y echamos la mezcla.
En un recipiente aparte mezclamos los ingredientes de la cobertura hasta que tenga una consistencia como de arena y repartimos uniformemente encima de la mezcla anterior.
Metemos en el horno unos 45 minutos y comprobar que esté listo con la prueba del palito (tiene que salir limpio). Después apagar el horno y esperamos un poco antes de sacar para que el cambio de temperatura no sea brusco. Al sacar del horno esperamos 10 minutos para desmoldar y luego dejar enfriar (en una rejilla a ser posible).
Un truco para que los bizcochos suban bien es que no haya corrientes de aire fuera, como ventanas o puertas abiertas, lo ideal es que la temperatura sea constante también fuera.
Notas: Con la piel de las manzanas, si son ecológicas, claro (yo las suelo meter mientras en un tarro de cristal con zumo de limón) podemos hacer la infusión que Odile recomienda con jengibre y canela y resulta el complemento perfecto para el bizcocho; que, por cierto, siempre estará mas bueno uno o dos días después.